diciembre 12, 2015

La sentencia


Después de tomar el último trago de tu cuarta taza de café, sólo hay un trago más amargo: dictar una pena de muerte.
Lo sabes, te quedan pocas horas y no has comunicado nada. La experiencia de escribir nunca es grata cuando se te obliga. El amanecer te apresura. Caminas de un lado, a otro. El olor a cigarro te ataranta. Reflexionas: cómo una manzana puede valer una vida; condena injusta por solo saciar su hambre. Sudando, piensas que no le puedes quitar la vida al ser que te la dio. Sufres por llegarlo a pensar. Tocan a la puerta y escribes.
 Mientras se llevan la hoja, lloras. Y tú, preparas tu muerte.


J. Antonio L. Carrera
Diciembre 13, 2015.




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