
Lo sabes, te quedan pocas horas y no has comunicado nada. La
experiencia de escribir nunca es grata cuando se te obliga. El amanecer te
apresura. Caminas de un lado, a otro. El olor a cigarro te ataranta.
Reflexionas: cómo una manzana puede valer una vida; condena injusta por solo
saciar su hambre. Sudando, piensas que no le puedes quitar la vida al ser que
te la dio. Sufres por llegarlo a pensar. Tocan a la puerta y escribes.
Mientras se llevan la
hoja, lloras. Y tú, preparas tu muerte.
J.
Antonio L. Carrera
Diciembre 13, 2015.
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