Acércate a la naturaleza. Intenta expresar como si fueras el
primer y único hombre que habita en la Tierra: lo que ves, lo que amas, lo que
sientes, lo que vives, lo que pierdes, ya que esto querido amigo, es una
verdadera sensación de libertad.
Solo hay una gran impresión de que obras libremente, y es
estar presente admirando la gran creación frente a tus ojos: poder sentir cómo
la fría brisa acaricia tu rostro y las hojas se arrastran por los suelos llenas
de vida creando un son maravilloso. En ese momento, cierra los ojos para que
provoques en tu alma una gran emoción de comunión con el entorno. Una gran
atracción a lo desconocido.
Tienes la opción de elegir tus propios caminos, de recorrer
río arriba el arroyo, adentrarte en la montaña para descubrir el rocío que te
llora. Admira la tierra vieja y antigua que no es dueña de nadie, pero que te
contagia la fortaleza y altura de sus árboles queriendo rozar el cielo forrado
de estrellas. Toma asiento al amor de las llamas de una fogata que rodea una
tierra poderosa. Escucha llegar los susurros del viento colarse entre los
pinos, que en el fondo, tienen vida propia: te susurran al oido. Evita ahí los
pensamientos mundanos y tribales que te vienen a la mente. Ve, camina y
adéntrate en aquel paisaje buscando alguna forma de belleza. Describe todo
aquel espectáculo con serenidad y calma; humilde y sincero como el mar.
Si al estar frente a la montaña, regresas tu mente y piensas
que tu vida cotidiana te parece pobre, no la culpes. Cúlpate a ti mismo de no
ser lo bastante observador como para encontrar sus riquezas. En la montaña,
ninguna experiencia ha sido demasiado pequeña. Lo más pequeño que pasa frente a
la mirada, se vuelve un destino; una red armónica, amplia y maravillosa en el
que cada elemento es puesto por una mano infinitamente tierna. Experimentarás
la dicha y la gloria de caminar como en un sueño: irás de sorpresa en sorpresa.
No te quedarás sin respuesta si atiendes tus menesteres en lugares como estos.
Lo que hay en la naturaleza es simple, y esas cosas insignificantes que ves,
pueden convertirse en algo grande. Cuando la frecuentes, cada ocasión te dará
materia para ser más conocedor, más sensible, más agradecido y de algún modo
más sencillo mal mirar. Más dichoso, lleno de vida y más grande al caminar.
Hoy, la mayoría de
las actividades de la joven sociedad se encuentran en una soledad infinita:
estáticas, constantes, incoherentes, carentes de sentido, ya sin vida. Solo la
necedad y la ceguera humana son capaces de comprenderlas. Da siempre pie a tu espíritu
aventurero. No lleves la contraria, deja que tu juicio y tu corazón te
conduzcan despacio a la libertad. No te conviertas en partidario del mundo,
lleno de vicios y de confusión, lejos de los verdaderos placeres que nos
muestra la naturaleza, que ofrece esta, más ocasiones para creer, crecer y
tomar fuerzas para conquistar la eternidad.
La humanidad sería
otra si recibiera y entendiera el misterio de que nuestra tierra, está
enriquecida de tal manera, que sus más mínimas cosas: las hermosas plantas y
animales, por más pequeños o grandes, concluyen una forma tranquila y humilde
del amor. La naturaleza no es más que un modo de vida que seduce y pone
enfrente, las más grandes e imponentes cosas. Es solo eso lo que nos hace
falta.
En todo este mágico lugar, se está más cerca de la realidad.
En el bosque el tiempo no cuenta. Un día puede pasar como un año. Aquí se vive
lleno de paciencia, tranquilo y sin engaños. Como si la naturaleza extendiera
su infinita bondad para siempre.
J.
Antonio L. Carrera
Agosto 11, 2018.