I
NECESIDAD AMBIENTAL
La Historia es caprichosa: se repite. Nos volvemos a topar
con ella. Otra cosa es que se deje a un lado, pero siempre vuelve para
recordarnos nuestra indiferencia al comportamiento humano; nuestro afán por
olvidar. O más bien, por sólo recordar lo que nos conviene. Quizá nosotros la
olvidemos, pero ella siempre nos recuerda. La Historia, no perdona.
Se vivían tiempos difíciles. La contaminación había hecho
poner medidas drásticas a la producción de carbono y CO2. Los países habían
atado de manos a las empresas e industria para que generaran lo menos posible,
esos gases invernaderos. Si seguía esa gran producción descomunal de dióxidos
–decían los especialistas– era la hora final del ser humano. Los científicos
lanzaban sus teorías apocalípticas sobre el fin del mundo y las ONG´s,
defensoras del medio ambiente, hacían hasta lo imposible para evitar esta
catástrofe, usando como bandera, esa gran cruzada en contra de la
contaminación.
Comenzaron por dejar de producir los objetos que no fueran
necesarios, y así, no hubiera una sobre producción y un suministro descomunal
de los bienes. Se fueron por aquellos acervos que estaban desprotegidos y sin
fondo internacional alguno; segmento poblacional que usara poco esos objetos y
que no tuvieran las agallas para defenderlo. Empezaron por atacar y presionar
–ambientalmente– a las producciones que no protestaban, las más pacíficas y con
poco afán de meterse en problemas. Es evidente que no eran productos tales como
la Coca-Cola, bolsas de frituras Lay´s o los bolsos para dama marca Ferragamo,
Louis Vuitton, o los miles de millones de iPads que se producían anualmente.
Iniciaron por destruir algo menos llamativo, más austero y que no llamara mucho
la atención; que no fuera necesario, pensaron los Estados.
II
UNA LLAMADA AL PROGRESO
Existe un hecho que la humanidad da por sentado. Una creencia
tan difundida que no advertimos que existe. Este concepto tan arraigado en
nuestro cerebro es el bien llamado progreso. Un progreso como meta última de la
humanidad. El avance tecnológico, el crecimiento económico y las reformas
ambientales, se han convertido en pilares que giran en torno a esta idea.
Sin embargo, el lector y gran parte de los hombres que viven
bajo las inclemencias del mundo contemporáneo, saben que es una mentira. Como
lo dice John Gray, (palabras más, palabras menos) en alguno de sus títulos:
Todo aquel que vive dentro de un mito, pareciera éste, un hecho obvio. Ya que
podemos afirmar que el progreso es un hecho obvio, bajo la premisa aristotélica
también podemos llegar a aseverar que el progreso es un mito.
Existe también una crisis existencial de una humanidad cada
vez más difícil de encontrar. En la que las grandes aspiraciones del Gobierno,
de la sociedad, de la humanidad en general, se revelan en prácticas totalmente
incongruentes, sucediendo lo contrario.
El progreso significa civilización y esta, implica un uso
nulo de la fuerza, pero cuando dicha fuerza sirve a proyectos que parecen
justos y nobles, la violencia posé una magia muy atractiva. Un hecho que la
humanidad, de la misma manera, da por sentado.
III
CUMBRE MUNDIAL
El pretexto fueron los árboles; gigantes silenciosos. Se
pudiera pensar que poco tiene de semejante con el hombre, pero se equivocan. Si
algo tienen en común, el ser humano y esta planta perenne, es la capacidad de
moverse para donde sopla el viento.
Se realizó la Cumbre Mundial en Contra de la Contaminación.
Se presentaron todos los jefes de Estado, líderes mundiales, directores de
organizaciones ambientales. Fue curioso como nadie llegó caminando o en
bicicleta. La mayoría llegaba en su vehículo para cuatro o cinco personas y
después de pasar horas en la carretera, se bajaban solos. Muchos venían de los mismos lugares, pero
prefirieron viajar de manera individual. Otros, tuvieron que tomar aviones,
surcar los mares, tomar trasatlánticos, un taxi, el metro, volver a tomar otro
taxi, para así, llegar al congreso internacional.
La humanidad también es como la naturaleza, con jerarquías.
Ya estando todos presentes, se escuchó un fuerte sonido ventoso. Los presentes
cuidaron de que no volara su sobrero, los papeles o cualquier otro objeto
ligero. El Alto Comisionado Internacional para el Cuidado del Medio Ambiente,
llegó en helicóptero. Muchos se sorprendieron, pues vivía a unas diez cuadras.
El argumento fue la seguridad y el tráfico. Todos tomaron asiento e inició la
sesión.
Se presentó una iniciativa de la organización ambiental más
grande y poderosa del mundo al Comité de las Naciones Unidas para el Cuidado del
Medio Ambiente, donde manifestaban de manera indignante: “¡Cómo era posible
talar un árbol para producir una hoja de papel! Era algo ilógico y estúpido”,
decían. Propusieron la "Ley Verde", que consistía en parar
inmediatamente, la producción de papel. Esto evitaría la tala indiscriminada de
aquellos troncos. Días más tarde, esta famosa ley de la que todo mundo hablaba,
fue aprobada sobradamente.
En el momento de dicha aprobación, inmediatamente se dejaron
de producir hojas de papel. Los árboles ya podían morir de pie, viejos con el pasar de los años y felices de no ser
talados ni carcomidos por el hombre, usados y tratados a merced del hambre de
la humanidad.
Comenzó el caos. Los periódicos se volvían locos. Las
editoriales, que se encargaban de la impresión, publicación y distribución de
escritos, no tenían material. Las fábricas de libretas comenzaban a cerrar. La
producción de cartón, se detuvo. La Industria Papelera, se venía en picada.
El mundo en pocos meses, casi se había agotado la existencia
del papel y comenzaba un escaseo de este. Las casas editoriales cerraban por
estar en quiebra y la gran mayoría presentaba síntomas de estar en bancarrota.
La cultura se detenía, ya que, a pesar de la tecnología, el público lector que
seguía existiendo, era celoso con sus hábitos y formas de lectura, pues seguía
queriendo leer mediante el voltear de las paginas, mediante la mirada propia de
la vista con la atracción de la tinta; el portentoso olor que desprendía cada
abrir un libro nuevo; cada aroma de la combinación del café con el pasar de las
hojas.
IV
LA PROFECÍA
Pocos supieron de una tarde en la que el Alto Comisionado
Internacional para el Cuidado del Medio Ambiente se levantó de su escritorio;
una mesa de estilo Tufft tallada a mano a principios del siglo XVII, elaborado
con siete maderas distintas. El caso es que fue siguiendo por un pasillo el
ruido del tumulto hacia la parte exterior de su casa. Al abrir la puerta
principal para asomarse, se topó con un grupo de camarógrafos, periodistas,
fotógrafos, noticieros, que admiraban la cara de la vivienda. Mientras los
presentes tomaban fotos e intentaban lanzar una pregunta, el Alto Comisionado
no entendía lo que pasaba. Una dama le gritó que volteara. Súbitamente el Comisionado
soltó un aullido entre miedo y rabia. Se encontró una leyenda que cubría toda
la fachada principal de su hermosa vivienda hecha de sangre con lodo que decía:
“La Tierra no es eterna. La Tierra caerá. Los humanos la conquistarán. Y no
importa”. Mientras leía, los personajes ahí presentes eternizaban la imagen que
venderían como primera plana del día siguiente. Después de aquel teatro, se
encontró debajo de la puerta principal, por donde salió, una botella que dentro
contenía una hoja. Tomó aquel objeto, retiró el corcho con cuidado y extrajo
una carta. La extendió y comenzó a leer:
“Hubo un momento para la
Tierra, y esta, morirá por completo. La Tierra se convertirá en la humanidad
que la ha conquistado. El lenguaje de la Madre Tierra se suavizará a la áspera
lengua del hombre; todo lo que sea destruido correrá por sus venas. Y todos los
mares, las costas, los bosques, las praderas, los acantilados, las dunas, los
ríos y las cascadas, serán menos que nada. Defender nuestro hogar es un trabajo
duro. La humanidad viene con una promesa: somos prueba del sueño de tener una
vida sin restricciones. Y ese libertinaje ha hecho comernos nuestra propia
Tierra. Queremos tenerlo todo sin quitarle a nadie nada.”
El burócrata, hecho una furia y colorado, aquella tarde hizo
pedazos el papel y rezó una última expresión con la que marcaba el inicio de su
macabro proyecto: “¡Fanáticos libertinos!”.
IV
MUNDO SOSTENIBLE
Pasaron los años desde que se aprobó la famosa “Ley Verde”,
desde entonces, ya no se producía ningún libro, ni periódico, ni algún producto
relacionado. Ya no se veía por ningún lado las hojas de papel. Los lectores
guardaban celosamente ese recuerdo y lo iban pasando de generación en
generación.
Comenzó una fuerte campaña de esta poderosa ONG que propuso
la nueva legislación. Consistía en donar los libros que tenían a cambio de
dispositivos móviles. Con el pretexto de que se podía tener miles de libros en
un solo lugar y así, la contaminación sería menor. La gente, claudicando
siempre, los fue entregando; fueron cediendo. Los libros desaparecían poco a
poco; como una llama, que se va extinguiendo para no volver a dar luz, para
dejar de calentar.
La sociedad contemporánea, por estar embobada en estos
aparatos, dejó de leer. Los libros, en forma física, desaparecieron sobre la
faz de la Tierra. Y de los electrónicos, se olvidaron para siempre.
Para fortuna de la humanidad, dejaron de talar árboles. Y
para su des fortuna, la contaminación seguía siendo la misma. La producción y
consumo de bienes, no había cambiado. Gobiernos e instituciones ambientales
comenzaron a disculparse por la mala maniobra que se llevó con la “Ley Verde”.
Se comenzaba por suponer una teoría llena de conspiraciones en la que empresas
creaban miedo a la sociedad, por medio de estas asociaciones ambientales, para
dejar de consumir productos que a ellos les convenía. Se hacían grandes
monopolios y no había competencia sobre ellos.
Las empresas contaban con su misma organización que atacaba
los mismos problemas que la misma compañía provocaba o producía. Era curioso.
Si una empresa provocaba obesidad al consumir su producto, abría un instituto
para la investigación y prevención de la obesidad, en vez de hacer productos
que no engordaran. O simplemente, dejara de vender su producto, si es que hacia
un daño a la salud pública. Empresas mineras que ensuciaban ríos, lagos,
creaban sus propias asociaciones que se dedicaban a la limpieza y a la mejora
ambiental; se paraban el cuello diciendo que estaban mejorando la calidad de
vida de la zona, de la flora, de la fauna, cuando eran ellos mismos los que la
contaminaban. Las empresas petroleras abrían organizaciones para descontaminar
los mantos acuíferos y freáticos y así, bajo pretexto decir que eran una
empresa social y ambientalmente responsable. Era un ciclo vicioso en pocas
palabras. Convenenciero muchas veces. Ventajoso la mayoría de las ocasiones.
Pero útil, cómodo y provechoso. Una bienvenida con telón rojo a la mal llamada:
sustentabilidad.
IV
INVOLUCIÓN LECTORA
No era la primera vez que la escritura sufría una regresión.
A lo largo de la historia del hombre, los libros, los textos, los escritos, han
sufrido penurias: Emperadores romanos destruyendo bibliotecas, incendios
provocados en estos recintos sagrados, escritores perseguidos, oprimidos y asesinados,
gobiernos eliminando propaganda en contra de sus ideas…
También se han tenido sus revoluciones, sus partes positivas:
la evolución del pergamino ante el papiro, la imprenta, el acetato, las
máquinas de escribir, las tabletas electrónicas, los libros 3D. Cosa que no debe asustarle a nuestro querido
amigo lector, ya que siempre hay que entender que la tradición avanza y se come
a su paso lo añejo, lo inservible, lo que ocupa espacio, lo que se rompe fácil,
lo que se rasga. Meras cosas materiales.
No debemos de olvidar, que el cuento, las historias, las
fábulas, las parábolas, los ensayos: las letras, es algo que nunca se agotará.
La literatura es inmortal. Nadie podrá contra ella.
Podrán quemar las hojas, romper los libros, eliminar el
archivo, que se agote la pila al leer, pero nunca podrán acabar con esa
incansable sed de leer e instinto de escribir, de manifestar nuestro interior y
representarlo en aquellos símbolos que lo contienen todo.
V
LA PETICIÓN
PROXIMAMENTE...
J.
Antonio L. Carrera
Junio 13, 2018.