diciembre 26, 2019

Herederos de la humanidad

Person Standing on Hand Rails With Arms Wide Open Facing the Mountains and Clouds
Solo el hombre, de todos los seres vivientes, puede ascender hasta la montaña más alta del mundo hasta casi rosar el cielo, por donde habitan los ángeles. O bien, caer más bajo que un gusano, hasta las profundidades del abismo; entre estos miserables hay hombres que tal vez un día fueron grandes o poderosos señores y que han caído de repente en la miseria. Por una parte, hay que conocer la vista impresionante desde el pico de una montaña, esas moradas celestiales con picos helados, pero también hay que considerar que es justo ver la suerte que le puede reparar a cualquiera. Hay quienes deben esforzarse por acabar en el infierno; muchos ya lo han encontrado en esta vida.

Un individuo con una gota de sentido común es una persona que criticará estos tiempos. Ya lo decía Dickens: es la mejor y peor época. ¿Alguna vez se vio en la Historia del mundo, que hubiera más muertes por obesidad que por hambre? Somos una época privilegiada. ¿Desde cuándo los alimentos, bebidas —cualquier producto— están repletos en cualquier tienda, llenan cual muros los pasillos de los supermercados y están en la palma de nuestra mano? Hoy la pobreza tiene otra forma. ¿Acaso se ha visto antes que se busque vida fuera de la Tierra y se niegue una dentro del vientre materno? En la mayoría de los casos, el sentido común es el menos común de los sentidos. ¿Que se inviertan millones de dólares por querer explorar otros mundos sin apenas conocer bien nuestra familia, nuestra colonia, nuestro pueblo? Empeñarse en encontrar agua en Marte y no poder cuidar la de nuestros mares. ¿No hay incongruencia más grande? Así de evidente es nuestro desorden por buscar nuestras metas, nuestras prioridades. Lo más bello y hermoso se encuentra frente a nuestras narices. ¿Porque siempre hay una atracción a lo que no se tiene, aunque sea de menor valor? Se le ha hecho más fácil al hombre llegar al cielo, al espacio, que el corazón humano.

People Having a ConcertLa vida contemporánea produce bellas noches, marchas nocturnas inolvidables llenas de luces, furor y color, pero a su vez provoca desayunos amargos y penosos, solitarios; su moneda es el hedonismo. Las ciudades ya no son semilleros de futuros héroes, líderes o personajes históricos, sino criaderos de placeres y villanos: hombres que se aman a sí mismos. ¿Qué es la propia ciudad sino el reflejo multiplicado de nuestra propia humanidad? Somos prisioneros de nuestras ciudades porque somos prisioneros de nuestras pasiones. Otra cara de la misma moneda. Cuando los hombres dejan de comportarse como hombres, se convierten en bestias y es preciso, casi obligación grave, mostrar al salvaje la vida culta, delicada y armónica en todos sus aspectos.

Entre las características que distinguen la sociedad de esta época presente con respecto a las pasadas, cabe mencionar lo siguiente: cuando un hombre solicita ayuda, ellos no le proporcionan ayuda, le dan un consejo; ahora todo mundo tiene una opinión, pero no la capacidad de ejecutarla. Este, al asumir la ausencia de manos, basta para dar la vuelta a los problemas y seguir con la rutina. Nos encontramos con gente que trabaja más que nunca, pero en un trabajo que no le gusta. Seres que hablan y presumen más de lo que escuchan. Ciudadanos que exigen más de lo que dan a cambio. Amigos que hablan diario entre sí, pero se conocen menos; la presencia es menor en lo profundo de su ser. Hombres que ríen más, pero se alegran menos, se entristecen más, pero lloran menos. En el alma de este ser humano confluyen dos corrientes contrapuestas: un sistema antiguo que venera a muchos dioses, y el contemporáneo que convierte a la propia alma humana en dios.

El varón contemporáneo si no media conversaciones que involucren dinero, automóviles, estilo de vestimenta o menesteres sexuales, no hay motivo siquiera de reunirse. Ven la vida no como un motivo o pretexto para servirle, sino una cosa para seducirle. Ya no se habla de gloria que quiere decir: hacer, abundante, digno… se habla de éxito que viene a ser más bien un fin o un término. ¡Qué ruin y miserable es que los jóvenes de hoy sean tan conspiradores y orgullosos de sus posesiones materiales! Esos mismos hombres, esos mismos jóvenes con corazones egoístas, no saben nada de la responsabilidad. Y la ausencia de responsabilidad es carecer de amor hacia uno mismo. Lo tienen todo y a la vez nada, ya no son capaces primero de gobernarse a sí mismos; son víctimas de sus pasiones porque son esclavos de sus deseos. ¡Oh, hermoso mundo contemporáneo que hospeda tales seres!


Nos quejamos de esta triste época, "no traeré hijos a este mundo". ¿Opinaban así los padres de Víctor Hugo en plena Revolución Francesa? ¿O pensaban así los padres de Albert Camus en medio de la Gran Guerra? O en pleno holocausto de la segunda guerra mundial, ¿los padres de Ana Frank se planteaban estos mediocres pensamientos? Estos pensamientos son solo un reflejo de nuestro egoísmo. Si nuestros padres hubieran pensado así, no estaríamos gozando de esta maravillosa vida. Para bien o para mal, como lo escribe John Gray, esta época contemporánea se encuentra en un tiempo prolongado de paz, quizá el más largo de todos, por la ausencia de guerra; pero con el temor de qué en segundos, una destrucción nuclear acabe con todo.



J. Antonio L. Carrera
Diciembre, 2019




abril 15, 2019

Reflexión de un citadino en la montaña


¡Qué noche! ¡Qué cielo! ¡Qué estrellas! Lo hemos dicho ya: el hombre tiene necesidad de escapar de su realidad y volver su mirada hacía la montaña. A través de los años, se ha vuelto un sueño ser libre y conocer la libertad desde sus alturas. Conocer la montaña es para el hombre una evasión fuera de la vida real. Quedarse en la ciudad, vivir siempre la rutina, se convierte en un temible refugio, peligrosa violación de prisión, caída a menudo probable. De esa caída ya hemos dicho el nombre: locura.

         Mira, si alguien a tu alrededor va con los pies desnudos caminando por el frío asfalto, paséate sin temor por la naturaleza, no aplastes sin saber por qué la flor de la hierba crece, no avances sin cuestionarte los nidos de los pájaros. Explora de lejos a las ciudades y de cerca a los pueblos, examina de lejos a los ricos y de cerca a los pobres. Levántate de madrugada para trabajar, que tus días comiencen en la noche. Cuando viajes, pasa hambre, es algo sensato, te volverás loco. Vas a regresar de la ciudad raro, grotesco, bufón. Acuéstate con la oración, duerme de lado de lo inexplorado, ten por almohada lo eterno y desconocido. Ama, cree, espera y vive.

Sé como el que tiene un camino que recorrer, solo que ese camino sea de buenas obras y de buenas palabras. No te desanimes, conviértete en mago, vive como un padre. Si tienes jardín, cuídalo y produce flores. Si tienes hijos, edúcalos y produce almas honestas. Si tienes enemigos, bendícelos y produce una dulce autoridad oculta que concede al alma la paciente espera de la noche infinita bajo las estrellas.

Las convicciones humanas son diversas. El ideal puede ser una estupidez. Hay personas que viven para conseguir un paraíso de excesos, lujos y caprichos. Tu ideal no es más que tu proporción.  La gran mayoría de los hombres, algo parecido a un enamorado, sueñan sin saberlo. Tratar de sobrevivir tranquilo viviendo en el escepticismo: imposible. La gigantesca evidencia divina te acosa; es una persecución constante. Y no hay nada más inquietante que ese ir a la montaña y ver venir lo mágico, lo sobrenatural en la naturaleza. Los mortales siempre querrán habitar este palacio de lo imposible. Es hermoso: verde, fresco, profundo, peligroso, majestuoso y a la misma vez, frágil.

         La vida es una excursión hacia el antro. Abandonar la superficie, para subir o para descender siempre es una aventura. El descenso, sobre todo es un acto peligroso llegando al límite de lo grave. De ahí la mayor inquietud entre los viajeros frente al amor de una fogata tocando la lira, excavan y desgarran con sus notas el yo entre los presentes en el que sondean el cielo; en esas profundidades íntimas del alma, suceden siniestros. Estas incursiones de la montaña no están exentas de peligro. El recorrido tiene a sus muertos, sus locos. Aquí y allá se encuentran en estas veredas cadáveres de caminantes vacíos de sueños.

         Ser precipitado al cenit de la gloria y querer ascender a la montaña para rosar el cielo sin mérito: cuidado. Las caídas mientras más altas del cielo abren el apetito a los audaces. Recuerda a los grandes viajeros. ¿Hacia dónde se dirigen con mayor gusto? Hacia la naturaleza, hacia la montaña, hacia el cielo: hacia la verdadera vida. El excursionista íntegro se compone de dos visiones: humanidad y naturaleza. Es necesaria llevar siempre en el alma, una preocupación ante la humanidad. Hay que ser hombre por encima de todo y ante todo. No hay que temer sobre cargarse de humanidad. Lleva tus sueños a la realidad y luego camina a la montaña. La montaña es la inspiración.

Seamos quienes seamos, somos los viajeros de nuestra vida. Nadie camina por este mundo sin su fantasía y su capricho, su pasión y su temeridad, su riesgo y su gloria, su vicio y su virtud. De ser sí, hagamos como si todos los días de nuestra vida, fueran una excursión.

J. Antonio L. Carrera
Diciembre, 2018.




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